Casa de USA

Asintió con la cabeza

-Pero ahora estoy tratando de moderarme un poco...Hoy sólo llevo 4, y espero no comer más

Sonrió de nuevo, considerándolo un avance extremo

-A decir verdad creo que estoy pesando más de lo normal...- Su rostro se sombreó un poco

-Un tanto...más de lo normal...

Asentí muchas veces.

-Te doy toda la razón, sí, tienes que adelgazar, y dejar de comer hamburguesas.

Me lo imaginé sin comer hamburguesas...pero no pude, realmente.

-Sí, sí, creo que algún día podré dejar de comer hamburguesas...

Francamente ni él lo creía.

-Pero por ahora mi meta sólamente es adelgazar un poco...- Sonrió, convencido de que eso era un poco más posible que lo anterior.

-Será bueno para tu salud, inténtalo.

Me levanté y me puse la bufanda.

-¿Nos vamos?

Se incorporó también, tomando las bandejas y botando al basurero lo que había sobre ellas

-¡Ok!- Sonrió, dejando las bandejas y yendo al encuentro de Ivanna.

Qué raro, pensé que dejaría la bandeja ahí, esperando a que alguien la recogiera. Me acerqué a la salida.

-Sólo por curiosidad, ¿pagaste mucho por la comida?

Espero que valga poco, luego no pienso devolvérselo.

Alfred hizo un gesto despreocupado con la mano

-No, no. Da igual.- Pensó un momento -Realmente no sé cuanto pagué.

Sonrió bobamente y abrió la puerta

En momentos como éste me pregunto cómo ha conseguido volver a su nación "el mejor país del mundo". Le seguí hasta su casa.
Llegamos. Eructé.

-Huy, perdón, lo siento...

Reí flojamente.

-Haha, da igual- Rió -¿Te quedas a cenar?-

La invitó a pasar abriendo la puerta. No tomó en cuenta el hecho de que ya estaba pensando en comer, cuando recién había acabado de hacerlo.

-¡Ok!

Me senté donde antes y encendí la televisión. Pasaban un programa sobre, qué casualidad, la repercusión de la comida rápida en la sociedad occidental.

Se sentó junto a ella y comenzó a ver la tv.

Tomó un paquete de papas fritas que había cerca, lo abrió y comenzó a comer

-¿Quieres?- Le extendió el paquete a Ivanna

-Sí, gracias...

Cogí una grasienta, grasienta, grasienta, y otra vez grasienta papa frita.
....gra....sa.... puaj, me la comí.

Acabó el programa, pasaron unos cuantos anuncios y vi qué marcaba un reloj que estaba colgado de la pared, a punto de caerse.

-¿Ya es hora de cenar, no?

-Oh, ¡Sí!

Se incorporó, se dirigió a la cocina y abrió la nevera; luego en los muebles. Maldijo en su mente: Había olvidado hacer el pedido. Había sólo ingredientes para hacer sándwiches.

-¿Q-qué quieres comer?

Sonrió un poco nervioso.

Le seguí, vi la cocina. Gigantesca, obvio.

-Con lo que sea me conformo, no te preocupes.

Eso no era verdad. Daría lo que fuera por no comer otra de esas cosas deformes y grasientas que Alfred tanto adora.

Se volvió hacia Ivanna.

-Que bien, porque creo que tendremos que comer sándwiches- Sonrió

Sacó las cosas que estaban guardadas y las puso sobre la mesa.

-¿Quieres café?- Preguntó, encendiendo la cafetera.

-Sí.

Al poco rato la sala se llenó de un agradable olor a café. Miré a los lados, habían muchas estanterías. Seguramente estarían vacías muchas de ellas.

-¿Y la gente te suele visitar a menudo?

Alfred se pudo a pensar otra vez

-Sí, bastante- Sonrió -Oh, está listo.-

Sirvió café en dos tazas y le extendió una a Ivanna

-Aquí tienes, ¡Prepárate un sandwich!- Caminó hacia la mesa y comenzó a armar uno enorme, con todas las cosas imaginables. Era difícil imaginar que eso cabiera en un estómago humano.

-Mmm, ¡Qué hambre tengo!- Exclamó, pegándole un gran mordisco a aquello, que pretendía ser un sándwich.

Dejé el café en la mesa y fui a hacerme el sándwich. Veamos...aquí hay más ingredientes que en el más grande de los restaurantes. Cogí unas cuantas cosas, puse la "tapa" y me senté en la mesa con Alfred. Se comía felizmente su sándwich de cinco pisos, como si fuera la cosa más normal del mundo.

-Cuánta hambre tienes.

Ese comentario SOBRABA, lo sé, pero quería callar su *munch, munch, munch* aunque fuera por unos segundos.

-¡Si!- Exclamó, con la boca llena

Terminó su sandwich y pensó en preparase otro, pero se detuvo

-Debo moderarme, debo moderarme...- Dijo en voz alta para reforzarse la idea y le dió un sorbo a su café.

-Ajá. Es bueno para tu salud.

El reloj de pared marcaba las diez y media.

-Qué tarde, creo que me tengo que ir, Alfred.

Alfred pestañeó un momento y miró el reloj también.

-Oh, cierto...Te acompaño a la puerta- Sonrió

Sonreí.

-Está bien.

Fuimos hasta la puerta, la gigantesca puerta.

-Gracias por todo, de verdad. Bueno, ¿quedamos otro día?

El americano sonrió también, y abrió la puerta.

-¡Claro! Llámame y fijamos un día ¿Vale?

Asentí. Me puse la bufanda y salí fuera.

-La próxima vez vienes tú, ¿da?

-¡Oh, sería genial!- Dijo, tal vez un poco fuerte.

-Gracias por venir- Sonrió, calmando completamente su voz -La pasé muy bien-